Recordar la perfección que ya somos
Cuando decimos “no vinimos a ser perfectos, vinimos a reconectarnos con la perfección que ya somos”, no hablo de ser una persona sin errores, sin emociones o sin sombras, hablar de perfección no es negar lo humano; es recordar que, antes de la historia, ya eras alma.
Tu alma nació completa. Una mezcla exacta de elementos, dones y memorias que forman tu diseño energético perfecto. Esa perfección no se mide en resultados, sino en coherencia: todo lo que tu alma eligió tiene sentido, incluso lo que dolió.
Imagina que tu alma, antes de nacer, es como una luz brillante, completa, sin heridas. Esa es la perfección del alma: no le falta nada, cuando vienes a la Tierra, esa luz entra en un cuerpo, una familia y una historia. Y en ese proceso, se te van pegando cosas: miedos, creencias, heridas, pensamientos que no son tuyos.
Tu luz sigue intacta, pero se cubre de capas y así empiezas a sentirte separada de lo que realmente eres. Entonces creces creyendo que el amor se gana, que la abundancia cuesta, que para valer hay que demostrar. Y así comienzas a vivir intentando alcanzar algo que en realidad ya existe dentro de ti.
Yo también lo viví, creía que sanar era convertirme en otra persona, más fuerte, más disciplinada, más “perfecta”. Hasta que entendí que la verdadera sanación no era cambiarme, sino volver a mí. Recordar la parte de mí que nunca se dañó, la que sigue intacta debajo de cada experiencia, de cada herida, de cada versión.
Esa es la perfección del alma: no la que elimina lo humano, sino la que abraza lo humano y lo integra, cuando la reconoces, algo se relaja. Dejas de exigirte tanto y empiezas a vivir desde presencia, ahí ocurre la alquimia. No estás arreglando lo roto, estás quitando el polvo de tu propia luz y entonces descubres que el amor, la abundancia y la paz no llegan de afuera, sino que nacen de dentro cuando vuelves a habitarte.
La perfección no es un destino, es un recuerdo. Es el instante en el que entiendes que no te falta nada, que solo habías olvidado quién eras.