Las emociones como amigas

¿Alguna vez has pensado en ver tus emociones como amigas y no como enemigas?

Cuando haces ese cambio de mirada, todo se transforma.

Porque a una amiga la dejas entrar a tu casa, aunque venga con algo que duela o incomode. Sabes que no viene a hacerte daño, sino a mostrarte algo que necesitas ver. Pero a alguien que consideras peligrosa, jamás le abrirías la puerta.

Así funciona también la sanación: cuando rechazas una emoción, cierras la puerta a tu propia luz.


Durante mucho tiempo me peleé con mis emociones.

Me repetía: “no quiero esto, no quiero sentir así”, o simplemente las ignoraba.

Pero hacerlo desde esa resistencia solo creaba más peso y ahora lo entiendo: cada vez que rechazo una emoción, estoy creando separación dentro de mí. Cuando veo algo como “malo” dentro de mí, mi energía se divide. Y aunque mi mente intente justificarlo, la energía no miente. La energía es honesta: si hay rechazo, hay densidad. Y cuando todo nace desde esa densidad, por más que hagas, nada fluye con ligereza.

 

 Hacer las paces con lo que siento

 

El día que empecé a ver mis emociones como amigas, mi energía cambió completamente.

Ya no las veo como amenazas, sino como mensajeras.

Cada emoción llega con un mensaje, con una función, con una enseñanza. Cuando pienso en ellas como amigas, hay apertura.Y cuando hay apertura, hay transformación. Así como en la vida, hay amistades que te hacen reír, otras con las que puedes llorar, y otras que solo visitas de vez en cuando, también hay emociones que llegan con diferentes intensidades. Pero si las reconoces como amistades, abres la puerta a escucharlas.

No significa que te quedes con ellas para siempre, significa que dices:


“Ok, te dejo entrar, te escucho, entiendo tu mensaje,
pero no te quedas a vivir aquí.”


Esa apertura hace toda la diferencia, porque cuando rechazas algo como enemigo, cierras la posibilidad de sanar. Nadie dejaría entrar a su casa a quien considera peligroso, y eso mismo haces cuando juzgas tus emociones: cierras la puerta a tu propia sanación.

 

Hacer las paces con la mente

 

Lo mismo sucede con la mente.

La mente no es tu enemiga; su intención siempre es protegerte. Cuando te dice “no puedes”, “no te arriesgues” o “podría salir mal”, solo está recordando los pensamientos que tú misma creaste en el pasado para sobrevivir.


Entonces, en lugar de rechazarla o pelearte con ella, es momento de enseñarle una nueva forma de protegerte.

Tu mente también necesita evolucionar contigo.De lo contrario, seguirá arrastrándote al pasado, a las versiones antiguas de ti que ya no existen. Y así como con una amistad que tal vez se quedó en otra etapa, a veces necesitas explicarle con paciencia:


“Gracias por mostrarme este miedo, gracias por recordarme quién fui,
pero ahora estamos avanzando. Protegerme ya no significa esconderme.”


Eso también es amor: acompañar a tu mente a crecer contigo.Porque cuando la tratas con comprensión, ella deja de resistirse y empieza a colaborar.

Ser amiga de tus emociones y de tu mente es elegir unidad interna. Ya no se trata de dividirte entre lo “luz” y lo “sombra”, sino de integrar todo lo que eres. Cada emoción, incluso las densas, vienen con un propósito.Cada pensamiento, incluso el incómodo, guarda una intención. Y cuando los miras con amor, ya no te dominan: te muestran el camino.

 

Regresar al blog

Déjame tus preguntas, para mi próximo blog